Al final todo se queda en nada. No supero mis relaciones tóxicas porque no hay nadie más tóxico que yo. No quiero darme cuenta de que todo se va a la mierda por mi culpa, porque no acepto lo que soy, porque en realidad no sé quién soy. Cualquier persona se alejaría de ti por el daño tan grande que me haces. A ver cómo aguanto que cada hora que paso a tu lado son tres días solo sin ganas de hacer nada. Cómo aguanto que mientras más te acercas más vacío siento, más asco, más dolor; pero tú, ahí, incorruptible, a ti nada te hace daño, a ti nada te sale mal, nada haces mal, todo el mundo te quiere, no tienes problema. Y ese es el problema. No sé en qué puto momento fui a encontrarte, por qué te sentaste a mi lado, por qué me hablaste, qué viste en mí para creer que es bueno que seamos amigos. De verdad, explícamelo: yo no encuentro respuesta. La vida nos diseñó para estar separados. En bandos opuestos. En mundos opuestos, el tuyo muy superior al mío, eso sin duda. No nos hacemos bien. Puede parecer que sí, pero tengo claro que no. Y ahora es cuando yo tengo que alejarme, es mi turno para dejar de sufrir por esta mierda que ni siquiera tendría que existir, pero claro, cómo lo hago. Dímelo, joder. Dime por qué no puedo ser normal, por qué no puedo tener una vida tranquila, sencilla, sin estar en el punto de mira desde que me despierto hasta que me acuesto. Por qué nadie me dio opción a elegir, por qué alguien decidió que yo tengo fuerza suficiente para soportar esta condición de mierda. Por qué me tuvo que tocar a mí. Y por qué no dejo de hacerme la víctima y resuelvo mis problemas, por qué sigo entrando en bucle en cada pequeña cosa que me pasa, por qué me refugio en placeres banales que palian durante un segundo esta angustia que me recorre la garganta en cada paso que doy. Por qué creo que todo me irá bien y por qué lo pongo todo en el futuro, como si esto fuera una etapa que tengo que superar y no me doy puta cuenta de que esta será mi vida hasta que me muera y que nadie va a hacer nada para salvarme. Que no tengo elección. Que tengo que seguir afrontando esta realidad solo, cediendo lo mínimo mi confianza a unas cuantas personas sueltas a las que en realidad les trae sin cuidado lo que me pase o me deje de pasar. Nadie tiene la culpa, soy solo yo, eso lo sé, pero ¿tengo yo la culpa, entonces? Déjame que lo dude. No decidí mi camino. No decidí cómo ser ni a quién querer, no decidí que esto fuera lo que condicionara toda mi existencia. Pero es así: es vivir con la temblorosa sensación de que al final todo va a salir mal. De que todas mis relaciones acaban igual, tóxicas, porque soy tóxico. De que llegará el día en que definitivamente nadie quiera aguantar mis temores, mis vergüenzas, mi desconfianza atroz a que algo salga bien en algún momento. Todo lo que tengo es veneno.